domingo, 22 de mayo de 2011

UNA SIRENA EN MI VIDA


Según cuenta la leyenda, muchas noches a las 12 horas en punto, en la pista de patinaje de un lejano pueblo de América se veía debajo del hielo una chica con el pelo moreno y muy largo. Pero nadie se atrevía a ir a comprobarlo porque los que la habían ido a ver  no volvían y otros, en cambio, sí; éstos decían que daba escalofrío verla y te dejaba la piel helada.
Un día un joven se acercó a las pista de hielo. Cuando su reloj marcaba las 12:00, se arrodilló y miró hacia abajo, esperó unos minutos hasta que la vio. Era tal y como le habían dicho los que la habían visto; pero no entendió porqué tenía los ojos cerrados.
El muchacho tenía mucho interés en saber cómo es que estaba una chica debajo del agua y resplandecía. Hasta que se le ocurrió hacer una barbaridad, porque el misterio le superaba. Entonces puso en marcha su plan. Cogió un hierro fuerte y duro, hizo un agujero grande y cuando pasó por debajo del agujero la agarró del brazo. Pero se dio cuenta de que el agujero era demasiado pequeño para poder sacar de allí a la chica.
Sujetando el brazo de la chica y sin parar de golpear el hielo, consiguió sacarla. Estaba helada y lo primero que pensó fue acercarla a su cuerpo para que entrara en calor; mala idea, sólo consiguió enfriarse él.
Arrastrándola, consiguió sacarla de la pista de patinaje. La dejó en el suelo.
Asombrosamente, la chica abrió los ojos y rápidamente los cerró y pronunció una única palabra: “JUSTICIA” Al escucharla, el joven volvió la cabeza, pero no pudo ver sus preciosos ojos.
Llevaba el pelo recogido por una gorra de material, como de aviador antiguo; una camisa abrochada hasta el cuello y una falda larga. En la camisa, un bordado con la misma palabra, “JUSTICIA”.  Parecía sacada de una revista de modas de los años 20 del siglo pasado, hacía ya unos 90 años.
Sus pies estaban desnudos, y cuando el joven los tocó sintió que estaban unidos por una especie de gelatina. Miró atentamente y le pareció extraño todo.
Esperó bastante tiempo hasta que ella abrió los ojos. Se fijó en  su color, eran de un color azul intenso, como el agua.
Cuando ya no sentía tanto frío, el chico le dijo:
- ¿Cómo te sientes?
- Mejor -respondió ella- Estaba atrapada debajo del agua, creo que desde hace unos años… No sé cuánto tiempo llevaría allí, ¡es una larga historia!
- ¡Cuéntamela, tengo todo el tiempo del mundo!  -dijo él.
- Bueno, está bien, pero no se lo cuentes a nadie por favor, confío en ti. -dijo ella mirándole fijamente a los ojos.
- Tranquila, puedes confiar en mí -respondió él.
- Hace ya muchos años, yo me encontraba en una avioneta, estaba dando un paseo cuando de repente algo iba mal. Me fui directa a coger el paracaídas, pero lo encuentro con un agujero grande y me pongo muy nerviosa, alguien había manipulado la avioneta. Por eso me estrellé en esta laguna, quedando atrapada en el agua sin poder escapar.
 - Pero… entonces… ¿cómo es que ahora estás viva? –preguntó extrañado.
- Eso es porque… con el tiempo… me he convertido en una…una… -dijo ella.
- ¿En una qué? -dijo el chico.
- En una sirena. -contestó ella rápidamente.
-Por eso tenías como una especie de gelatina que te unía los pies. -dijo él- Y ahora también entiendo porque tenías la gorra de aviador.
-  ¿Y los chicos del pueblo? ¿Los has matado tú? – continuó el joven.
- ¿Yo? ¡No! – se entristeció la sirena -. Pobrecitos.
- ¿Entonces?
- Se asustan cuando me ven, y más si intento capturar algún pececillo para comer. Y salen corriendo como locos.
- Pero nunca vuelven al pueblo…
- Sí vuelven, o lo intentan, el miedo les deja paralizados a los pasos; no deben estar muy lejos.
Justo en ese momento, se escuchó una ráfaga de viento que, al chocar con las rocas cercanas al lago producía un sonido extraño
Escucha atentamente – le advirtió la sirena – Es la voz de aquellos amigos tuyos, que sale de lo profundo de las rocas, y piden…
- ¡Justicia! – susurró el joven.
- ¿Cómo que justicia? -dijo ella.
- ¡Justicia por quién te ha hecho esto! -dijo el joven.
- Me alegro que te preocupes por mí, pero es imposible encontrar a quien me hizo esto. -dijo ella.
- Yo todos los días por la mañana, mientras desayuno, pienso tres cosas imposibles -dijo él- Como por ejemplo ver una sirena; eso no es normal, encontrarse con una sirena, ¿verdad?
- Cierto -dijo ella.
- Nunca digas no, sin haberlo intentado. -dijo el joven.
Pasado un rato, ocurrió algo extraño.
- Mira, ya no tengo cola de sirena, ha desaparecido. -dijo ella, supercontenta.
- Pero… ¿cómo puede ser eso?, si hace un momento no podías andar. -dijo el joven, confuso.
El joven le dejó quedarse unos días en su casa hasta que encontrara un lugar donde vivir.
Al beber agua se le resbaló el vaso, se mojó con el agua, y el vaso cayó al suelo, quedando roto en piezas pequeñitas de cristal. Y de pronto, le volvió a aparecer de nuevo la cola de sirena.
Ahora ella ya lo entendía todo, cuando le tocaba el agua, se convertía en una sirena.
El joven fue corriendo hacía ella, para ver lo que había ocurrido.
- ¡Vuelves a tener la cola de sirena! -dijo él.
-Tranquilo, ahora te lo explico todo, me acabo de dar cuenta de cómo funciona esto.
Empezó a explicarle que cuando se mojaba, o le tocaba el agua, se convertía en una sirena.
- Por lo menos es mejor eso, que estar todo el rato siendo una sirena.
- Tienes razón -dijo ella suspirando.
Ella, se sentó al lado del joven y le dijo:
-Gracias por toda tu amabilidad, por todo lo que me has ayudado, pero he pensado que sería mejor, disfrutar del resto de mi vida, en vez de buscar a quien manipuló la avioneta. -dijo ella.
-¡Sí, es verdad!-dijo él- Deja atrás todo lo malo, para seguir hacia delante siendo más feliz.
El joven le ofreció quedarse a vivir en su casa, a pesar de lo que había sucedido antes con el agua.
-¡No hace falta que busques un lugar donde vivir! ¡Quédate aquí conmigo! -dijo el joven.
-¡Oh gracias, no sabes lo contenta que me siento al escuchar eso, muchas, muchas gracias! -dijo ella, feliz.
Se quedó a vivir con él, y siguió su vida, que durante tanto tiempo había sido interrumpida, con precaución de no mojarse.

miércoles, 11 de mayo de 2011

UNO MÁS EN LA FAMILIA



Era una noche lluviosa y muy oscura, estaba tronando, cuando de repente sonó el timbre en la casa de Ian, un niño de 5 años que vivía con su mamá, su papa y Kiko, el gato.
-¡Voy yo! -dijo Ian corriendo hacia la puerta.
Cuando la abre mira a un lado y después al otro, pero no ve nada. Antes de cerrar la puerta, se da cuenta de que en el suelo había…
-¡Un bebé! -dijo sorprendido y contento.
Él siempre había querido tener una hermanita.
-¡Mamá! –dijo. -¡Corre, ven rápido!
-¡Ya voy! ¡Tranquilo! ¡Qué ocurre! -dijo la madre algo asustada.
-Ocurre esto -dijo Ian.
Ian se apartó dejando ver a su madre el bebé. Era una niña, tenía los ojitos cerrados y estaba dormida.
-¡Pero qué monada de bebé! -dijo la madre.
La madre la cogió en brazos y la llevó dentro de casa, si no se constiparía, aunque estaba envuelta con una manta.
-¡Papá! -dijo Ian gritando- ¡Mira,  ven rápido!
El padre al verla se quedó sorprendido, y Ian le fue contando a su padre lo ocurrido.
El gatito que estaba durmiendo, se levantó y se dio cuenta de que ahora había un nuevo miembro en la familia.
-Vamos a dejarla en la cuna de Ian. -dijo la madre. -¿No te importará verdad?
-¡A mí! ¡Qué va!, la puedes dejar en mi cuna. -dijo él.
Cuando le quitaron la manta, la madre se fijó que había una nota, la cogió y la leyó en alto:
-Espero que haya dejado a mi bebé en buenas manos. Por favor cuidarla bien, no puedo deciros el motivo de por qué no puedo cuidarla ni criarla yo. Ponedle un nombre, yo he preferido no hacerlo. Gracias.
La madre dijo que teníamos que pensar un nombre para ella. Como cada uno quería un nombre distinto la madre pensó:
-Podríamos coger un trozo de papel cada uno, escribir el nombre nos guste para la niña, dejarlos boca abajo, mezclarlos y escoger uno al azar. Ese será su nombre. -dijo la madre resuelta.
-¡Sí, me parece bien! -dijo Ian.
-Pero después no valdrá quejarse -dijo el padre.
El gato estaba tumbado en el sofá observándolos y algo aburrido. El padre escribió Sofía; Ian, Claudia; y la madre, Amanda. Cuando los mezclaron, Ian eligió uno.
-¡Sofía! -dijo Ian en alto.
-¡Bien, ese es el nombre que yo había escrito! -dijo el padre contento.
Como era tarde, todos se fueron a dormir. Sofía ya estaba en la cuna.
Kiko siempre salía por las noches con sus amigos. Se fue con cuidado, para no despertar a nadie.
-¡Ya estoy fuera! -dijo él. -¡Qué tarde es, voy a llegar tarde!
Se fue corriendo, y enseguida llegó.
-¡Hola amigos! -dijo -Siento haber llegado tarde, es que como hoy en casa ha ocurrido algo pues…
-No hace falta que nos des ninguna explicación, no importa. -dijo el jefe de los gatos.
-¡Oh gracias! Solo es que ha llegado otro miembro más a nuestra casa. -dijo contento.
Los gatos se llevaban fatal con los perros, siempre discutían, y Kiko quería que pudieran llegar a ser amigos.
-Me voy cachorros, tengo un asunto pendiente, -dijo él- tengo que hablar con un perro y decirle lo que he pensado, para que se lo diga a los demás. -dijo Kiko.
Los perros también se reunían, pero en otra parte. Cuando llegó cerca de los perros, éstos miraron a Kiko de forma enfadada. Kiko no se atrevía a hablar con ellos.
-Será mejor que los deje tranquilos y decírselo solo al jefe de los perros - pensó Kiko.
Cuando Kiko les dijo su idea a sus amigos dijeron todos:
-¡No! ¡Nunca!
Kiko quería que los perros y los gatos fuesen amigos, pero más lo hacía porque estaba enamorado de una perrita muy guapa. Tenía unas pestañas largas, la piel marrón claro, y ojos azules, aunque no era cosa normal que le gustase una perrita.
La perrita también le quería, pero los padres de la perrita no permitían que se juntase con él. Por eso un día se construyó un gran muro dejando separados a los amantes. Cada noche los pájaros sentían pena por ellos y formaban un puente, así Kiko podía pasar al otro lado y poder ver a su perrita.
Después de haberla visto y haberle hablado, Kiko se fue hacía su casa, se echó a la cama y se durmió soñando con ella.
A la mañana la mamá despertó a Sofía para darle el desayuno y después a Ian. El padre estaba durmiendo porque se sentía muy cansado.
Sofía estaba contenta, pero la madre empezó a pensar en ella:
-Ahora que está Sofía, habrá que comprarle pañales, y comida que no sea para masticar, coma sopa, puré, leche... -pensaba la madre.
Después de haber desayunado, Sofía dijo:
-¡Mamá!
La madre se alegró mucho, había dicho su primera palabra. Se lo dijo al nuevo hermanito de Sofía, y cuando se despertó el padre, se fue directa a contárselo.
Y así, el gatito, la madre, el padre y también Ian, iban acomodándose poco a poco a las nuevas circunstancias que suponía tener otro miembro más en la familia.
Por otra parte Kiko sabía que debería conformarse con una bonita amistad entre él y su perrita enamorada. Y eso fueron siempre, ¡buenos amigos! Y además, con el consentimiento de los papás gatos y perros.